domingo, 20 de octubre de 2013

Tercera reunión

El sábado 12 de octubre conversamos sobre los capítulos 19 a 27. Queremos ofrecerles aquí un resumen bastante detallado de los asuntos que tratamos.

Ante todo hay que tener presente el esquema de ida y vuelta de los protagonistas, jalonado por estancias en la venta y cuyo punto máximo de alejamiento del hogar es la estancia en Sierra Morena.
Así, desde el capítulo 7, cuando salen juntos por primera vez, don Quijote y Sancho irán de la aldea a la venta (con el interludio pastoril de Marcela y Grisóstomo) hasta el 16-17 donde permanecen en la venta. Luego, irán de la venta a Sierra Morena, entre los capítulos 18 y 22. La estancia en Sierra Morena ocupa los capítulos 23 a 30 y luego emprenden la vuelta desde la Sierra a la venta (en la que permanecerán esta vez en los capítulos 32-45) y luego de la venta a la aldea, desde el 46 hasta el 52.
           
Capítulos 19- 22
Entramos en una secuencia de capítulos en los que el esquema de las aventuras que se basaba en una realidad y dos miradas (Sancho ve molinos mientras don Quijote ve gigantes, por ejemplo) se complejiza: habrá episodios nocturnos, la realidad aparece más ambigua, el propio narrador presenta los hechos de modo confuso. Así, en el cap.19, dice que se acercaban atemorizantes luces a lo lejos en la noche oscura; en el 20 describe un paisaje tenebroso, en el que amo y escudero escuchan ruidos de todo tipo y no saben siquiera dónde están (ver el principio del capítulo).
►  Esto es interesante porque esta atmósfera va preparando la entrada a un espacio –Sierra Morena– en el que la interpretación de una realidad confusa será algo clave.
Los capítulos 19 y 20 exhiben una isotopía infernal: son situaciones nocturnas caracterizadas por apariciones que parecen fantasmales, ruidos tenebrosos y un clima de temor ante lo desconocido. A su vez, la muerte es  aquí protagonista, y la presencia de la muerte física, al igual que en el episodio de Grisóstomo, viene acompañada de creaciones artísticas. En efecto, en el 19 se narra la “aventura del cuerpo muerto”, tras la cual Sancho “bautizará” a su amo dándole el nombre apelativo de “el caballero de la Triste Figura”, y declara haberse inspirado en el deterioro físico del hidalgo, maltrecho por las aventuras (le falta media oreja, muelas y dientes, etc.). Es decir: el paso al orden simbólico de la letra –adquisición del apodo caballeresco– va acompañado de cierta “muerte” o mengua física. Algo muere físicamente para renacer hecho literatura...
Es importante señalar aquí, además, el hecho de que Sancho contribuye a la creación caballeresca de su amo: hay que notar cómo se va profundizando el intercambio entre ellos, cómo se transforman.
Por otra parte, en el mismo capítulo 19 Sancho pronuncia su primer refrán (luego el decir refranes será una característica propia del habla del escudero), y justamente es “váyase el muerto a la sepultura, y el vivo a la hogaza”, con el que invita a su amo a comer lo que han ganado en la “batalla” contra los clérigos que llevaban el cuerpo muerto.
Por su parte, en el capítulo 20, en medio del ambiente infernal en el que permanecen sin saber a qué se deben los ruidos horrorosos que los atemorizan –luego se sabrá que eran mazos de batán–, don Quijote se refiere por primera vez a su propia muerte (cuando le dice a Sancho que se internará en ese bosque oscuro y que si no vuelve en tres días, le anuncie a Dulcinea que su caballero ha muerto) e incluso dirá luego que ha hecho un testamento, en el que deja asentado lo que debe a Sancho. El escudero urde  entonces un engaño, ata las patas del caballo para inmovilizar a su amo, y le propone contar un cuento para pasar la noche. Cuenta el interrumpido cuento “de nunca acabar” de la pastora Torralba.
► Notar la idea de un cuento que aleja la muerte…esto nos hace pensar en toda la tradición que funde muerte y narración (contar para evitar la muerte, al estilo “Las mil y una noches”), y en la idea de la escritura como trascendencia más allá de la muerte: pensemos en la propia situación de don Quijote, un anciano que busca, casi al final de su vida, cobrar fama gracias a la historia de sus hazañas.
Por otra parte, desde el capítulo 19 comienza a aparecer algo que será otro eje importante a partir de aquí: la pregunta por la causa. ¿Cuál es la causa de los males, de que las cosas no salgan según lo esperado? (ver cómo Sancho tiene al comienzo del capítulo una hipótesis sobre por qué les vienen saliendo mal las cosas). Esta pregunta retornará con insistencia, de diversos modos, en Sierra Morena. Es una pregunta que va movilizando a los personajes, sobre todo a don Quijote: va buscando caminos, se muestra menos confiado de su historia –supuestamente escrita por un sabio– va tanteando y preguntándose sobre su ser de caballero. Esto lo muestra como un personaje más complejo que un mero loco que cree que su ser caballeresco está dado. Esta recurrencia dispara hacia otros posibles sentidos, en su historia y en las intercaladas.
Finalmente, un eje de lectura importante que arman los capítulos 19-22 como “preparación” para la entrada en la Sierra es el del delito. Se puede seguir el corrimiento progresivo de los personajes hacia la esfera de lo delictivo a partir de la excomunión que pronuncia el bachiller de la aventura del cuerpo muerto (cap.19) hasta el desafío a la autoridad del rey que implica la liberación de los galeotes (cap.22), que los hace pasar de marginales a literalmente delincuentes.
►  La entrada en Sierra Morena obedece en parte a la necesidad de resguardarse de la Santa Hermandad tras haber liberado a los presos. La locura de don Quijote, que en principio podría pensarse como un delirio privado, cobra una dimensión pública y roza el delito al chocar con la realidad de un incipiente Estado Moderno, que exige la sumisión del individuo a normas sociales establecidas.
Esta idea del protagonista vinculado al accionar delictivo llegará al extremo en el capítulo 46, cuando los cuadrilleros de la Santa Hermandad se presenten en la venta con un pergamino donde figuran las señas de don Quijote como salteador de caminos [es decir que su primer ingreso al orden de la escritura memorable será nada menos que un cartel de “WANTED”].
 Es importante señalar, en relación con ello, que el género por excelencia que trata la cuestión del delito en la época es la picaresca, y se puede ver cómo don Quijote, que aspira a ingresar en el género caballeresco, todo el tiempo se ve empujado a la picaresca… (la ensoñación caballeresca que imagina en el capítulo 21 termina chocándose con el impedimento del linaje, y la solución que encuentra es la idea de robarse a la princesa si el rey no se la da por esposa…y dice que ella lo ha de querer “aunque claramente sepa que yo soy hijo de un azacán”, es decir, un aguador, el último oficio de Lázaro de Tormes…don Quijote se reconoce así en la estirpe del primer pícaro). Asimismo, en el capítulo 22, el Lazarillo es mencionado directamente por Ginés de Pasamonte, el galeote escritor, autor de una autobiografía picaresca.
Otra recurrencia que se advierte a partir de estos capítulos –y que podríamos relacionar también con el problema del delito–, es la de lo derecho y lo torcido. Aparecen muchos juegos de palabras con la idea de don Quijote de “enderezar entuertos”, idea que gracias al accionar del loco caballero termina resolviéndose a veces en todo lo contrario (por ejemplo, el bachiller del capítulo 19 lo acusa de haberlo dejado tuerto, refiriéndose a su pierna quebrada).  En general se insiste mucho en el tema de lo derecho y lo izquierdo, también con referencia al camino que siguen los protagonistas. Esto se prolonga por varios capítulos, más adelante sabremos también que al ventero se lo llama “Juan Palomeque el zurdo”: hay que tener presente que dentro de las correlaciones simbólicas de la época lo derecho se asocia a lo recto y lo izquierdo a lo “desviado” (no es casual que sea un personaje  como el ventero el que es zurdo, y algo similar pasa con Ginés que es bizco, insiste la idea de “desvío”). Es interesante reparar en estos juegos de palabras y pensar en la idea del “desvío” de la razón, de la ley, etc.
Por otra parte, el episodio de los galeotes pone en primer plano el tema de la libertad: don Quijote dice que no es justo que el hombre haga esclavos a los que Dios y la Naturaleza hicieron libres. Y en este sentido, la entrada en Sierra Morena será la entrada en un espacio de libertad, del más allá de la ley y más allá del discurso social imperante. Sierra Morena va a constituirse como espacio de transgresión, de desregulación social.

Capítulos 23-27
Una de las características más notorias de los capítulos que transcurren en Sierra Morena es que aquí la dinámica de los enfrentamientos bélicos y las aventuras es reemplazada por el enfrentamiento con diversas historias. Lo que necesitan hacer aquí los personajes es desentrañar indicios, interpretar textos que encuentran, relatos que escuchan, y reconstruir relatos a partir de fragmentos.
El paisaje escarpado, sinuoso, lleno de asperezas y huecos, acompaña la idea de lo fragmentario y dificultoso de “seguir el hilo” del relato. Es muy insistente en estos capítulos la isotopía del hilo como guía en este laberinto de historias que es Sierra Morena (ni bien entran en la Sierra, cuando leen los textos de Cardenio, Sancho confunde el nombre de la amada del poema “Fili” y lo asemeja a “hilo”, coligiendo que “por el hilo se sacará el ovillo”, con lo que recuerda la idea del hilo de Ariadna, que permitió a Teseo salir del laberinto de Creta).
La imagen del laberinto remite a la idea de la vida como peregrinación, como un camino que se empieza de una forma y se termina de otra: siempre se sale transformado al final del recorrido. En efecto, nadie saldrá igual de Sierra Morena. Los personajes que se hallarán en la Sierra, Cardenio y Dorotea, manifiestan estar en búsqueda de algo, sus identidades se hallan trastocadas (él tiene accesos de locura, ella aparece disfrazada de varón). Y son el correlato, en este sentido, de la búsqueda misma de don Quijote, de la pérdida de certeza en su identidad caballeresca que manifiesta. No es casual que en el capítulo 25, en el punto más alto de la Sierra, decida enviar a Sancho con la embajada a Dulcinea, es decir, confirmar su identidad por medio del contacto con la dama, que le da entidad de caballero andante (recordemos que varias veces ha manifestado que no puede haber caballero andante sin dama).
Se hace evidente que Cardenio aparece como un doble o un espejo de DQ, ya que es otro personaje atravesado por la literatura, otro loco de amores, que  también escribe. Se pueden ver muchas conexiones entre Cardenio y don Quijote, y también cabe incluir a Grisóstomo en este eje. Ver, por ejemplo, cómo don Quijote se enfrenta con estos personajes que construyen de modo arbitrario la imagen de la mujer amada. Le muestran, por otra parte, los extremos a los que puede llevar el desengaño y la ausencia.
Antes de despachar a Sancho con la carta para Dulcinea, don Quijote manifiesta su voluntad de quedar haciendo penitencia a imitación de Amadís y haciendo locuras, imitando con ello a Roldán. En la teoría estética de la época es clave la idea de la imitación de los mejores modelos para crear una obra propia (no se pensaba que la originalidad absoluta era un valor en sí mismo). En el discurso de DQ vemos cómo ese criterio estético rige para su propia vida: se nos muestra que lo que piensa para su vida de caballero remite a la creación artística (en su gesta caballeresca se imbrican arte y vida, aquí de manera más consciente que nunca).
Sancho le cuestiona que estos caballeros tuvieron causa para enloquecer en el rechazo de sus damas, y DQ afirma que, precisamente, la gracia está en desatinar sin ocasión, y darle a entender a su dama que si en seco hace esto, qué hiciera en mojado… resuena aquí la lógica del cap.4 y su respuesta a los mercaderes toledanos, “la gracia está en que sin verla lo habéis de jurar, creer, confesar…”.
La conciencia de su “creación” artística llega al extremo cuando Sancho se entera de que la Dulcinea a la que debe llevar la carta es en realidad Aldonza Lorenzo, y su descripción de ella se contrapone a la idealizada figuración del hidalgo sobre su dama. Es muy significativa la respuesta de don Quijote, por medio del cuento de la viuda y el mozo motilón (¡imperdible!). Termina explicando que para lo que él quiere a Dulcinea, le basta pensar que ella es hermosa y honesta “y píntola en mi imaginación como la deseo”.
Finalmente, en el encuentro de Sancho con el cura y el barbero (cuando ha salido a llevar la carta) llegamos a un momento de pliegue de la historia: podríamos decir que allí comienza el camino de vuelta. Nuevamente los representantes del orden se esfuerzan por meter a DQ en el ámbito de lo adecuado para la sociedad, pero lo harán sumergiéndose en la ficción caballeresca. El tema de los disfraces, las actuaciones y los cambios de identidad domina los siguientes capítulos en muchos niveles.
Es sumamente paradójico ver cómo los personajes “cuerdos” representantes del orden social se meten de lleno en el universo de historias que escuchan, y muestran con ello cómo todos gozan oyendo, contando y actuando relatos (no solo urden una ficción caballeresca para “rescatar” al loco sino que se interesan vivamente y se comprometen en la tarea de hallar una “solución” a los desdichados relatos de Cardenio y Dorotea). Más adelante, para completar esto, los veremos es una escena de lectura comunitaria en la venta (capítulos 33-35).
En el final de la historia de Cardenio podemos ver cómo se acentúa su carácter pusilánime y cómo uno de sus mayores conflictos se basa en que se deja vencer por la adversidad sin imponer en el mundo sus propios deseos (en esto podríamos decir que se distingue mucho de don Quijote). Su historia se acerca en varios puntos a la de Dorotea, aunque también se aleja en muchos sentidos… ¡Retomaremos esto la próxima vez!